Hace varios días que la palabra «Miedo» está apareciendo por mi camino, pero de lo que no me había percatado es que vivo con ella de alguna manera, bien sea con mis allegados que de alguna manera u otra me comentan de los suyos, con la señora del supermercado que me habla de la crisis o simplemente con mis propios miedos que logran paralizarme para accionar ante algo que «deseo» y no «acciono» para tenerlo.
Ser consciente de esto me hace escribir hoy como casi nunca suelo hacerlo, y después de tanto leer y rebuscar información acerca del fulano Miedo, he decidido abordarlo de la manera más sencilla, y constructiva posible, simplemente porque así me funciona en el día a día.
DEFINIENDO EL MIEDO?
Es una respuesta natural ante lo desconocido y por ende ante el peligro, y que se traduce en nuestro cuerpo y nuestra mente como una respuesta espontánea muy desagradable. No se puede controlar, nos puede paralizar y hasta causar ataques de ansiedad. Muchas veces hasta se teme a algo inexistente como los monstruos o fábulas que nos recreamos mentalmente.
POR QUÉ SENTIMOS MIEDO?
Porque pienso que es SALUDABLE, tener miedo o precaución ante lo desconocido, está en nuestro ADN y nos ayuda a evitar «algo» doloroso. Ese «algo» que está en nuestro cuerpo se activa ante el peligro, y permite responder con mayor rapidez y eficacia ante el peligro. Cuantos de nosotros no nos hemos encontrado «corriendo» ante algúna situación de alarma o ante un peligro detectado.
A continuación transcribiré una parte de la investigación realizada para Discovery Science
CÓMO AFECTA EL MIEDO AL CUERPO?
La manifestación fisiológica del miedo se da en el cerebro, concretamente en el cerebro reptiliano y en el sistema límbico. Ocurre porque el cerebro está todo el tiempo escaneando a través de los sentidos todo lo que sucede alrededor de la persona, incluso cuando duerme. Si en algún momento detecta un peligro, se activa la amígdala cerebral –situada en el lóbulo temporal– y se producen cambios físicos inmediatos que pueden favorecer el enfrentamiento, la parálisis o la huida.
En el cuerpo:
-Se incrementa el metabolismo celular.
-El corazón bombea sangre a gran velocidad para llevar hormonas a las células, especialmente adrenalina.
-Aumenta la presión arterial, la glucosa en sangre, la actividad cerebral y la coagulación sanguínea.
-Se detiene el sistema inmunitario, al igual que toda función no esencial.
-Se dilatan las pupilas para facilitar la admisión de luz.
-La sangre fluye a los músculos mayores, especialmente a las extremidades inferiores.
-El sistema límbico fija su atención en el objeto amenazante y los lóbulos frontales –encargados de cambiar la atención consciente de una cosa a otra– se desactivan parcialmente.
Todo facilita la respuesta del individuo ante el peligro y esto sucede por igual ante cualquier tipo de miedo.
Claro que también puede haber consecuencias negativas cono:
-Taquicardia.
-Sudoración.
-Temblores.
-Retroalimentación del temor y pérdida del control sobre la conducta.
-Falta de armonía en los riñones, lo que puede hacer que la persona se orine involuntariamente.
Si lo que se experimenta es un miedo intenso o un trauma, este queda fijado en la memoria con mayor intensidad. Esto tiene una lógica evolutiva: lo que daña se fija con mayor fuerza que aquello que da placer, porque resulta más adaptativo. Por ejemplo, basta quemarse una vez con fuego para no volver a posicionar sin cuidado cualquier parte del cuerpo sobre una llama. Si alguien se olvidara inconscientemente de esto, se podría quemar día tras día.
¿CÓMO AFECTA EL MIEDO A LA MENTE?
El miedo hasta ahora descripto guarda relación con el mundo real, pero también existe el miedo imaginario o neurótico que no tiene correspondencia con el peligro. Le sucede a aquellos que evalúan por demás algo que tienen que hacer y terminan por imaginar el peor de los escenarios posibles, uno que no tiene por qué ser el más probable o ni siquiera ser tan perjudicial como se lo supone.
Una de las situaciones más comunes se da cuando un individuo tiene miedo al rechazo. Esto también está en el ADN. Como la supervivencia de los primeros hombres dependía de su comportamiento en grupo, si alguien era expulsado de la comunidad quedaba a merced de los depredadores. Pero hoy la situación cambió. Hay cientos de grupos de pertenencia y los ‘depredadores’ no son tan temibles como los que habitaban la estepa africana.
¿CÓMO SE ENFRENTA AL MIEDO?
Como primera medida, al miedo hay que naturalizarlo, es decir, aceptarlo ante el peligro y nada más. Y todo lo que esté en la cabeza, regularlo. El temor en una entrevista laboral o en una primera cita es normal. Pero al ‘otro miedo’ hay que tratar de expulsarlo. Es un impulso interior que busca defendernos de un peligro irreal que la mente se esfuerza en creer.
Claro que ante una patología el mejor camino es siempre consultar a un profesional de la salud mental, quien podrá trabajar para desactivar esas falsas alarmas.
NOS SERÍA MÁS FÁCIL ABRAZAR NUESTROS MIEDOS Y CONVERTIRLOS EN MOTORES QUE NOS IMPULSEN ANTE UNA VIDA LLENA DE LOGROS Y METAS REALIZADAS, ANTES DE DEJAR QUE NOS INVADAN Y PUEDAN TRASLADARSE A NUESTRO CUERPO EMOCIONAL Y FISÍCO Y HACERNOS PRISIONEROS DE ELLOS….